Al observar la historia del progreso económico y social en el mundo durante los últimos 2,000 años, resulta sorprendente constatar que, hasta principios del siglo XIX, el avance era mínimo según algunos indicadores, tales como el PIB per cápita, la mortalidad y la esperanza de vida. Fue con la primera revolución industrial, impulsada por el desarrollo de la ciencia y la tecnología, cuando algunos países comenzaron a experimentar tasas de crecimiento que permitieron, durante los últimos 200 años, el mayor progreso en la historia de la humanidad. Sin embargo, aún queda mucho por hacer.

Una pregunta relevante es: ¿por qué algunos países crecieron rápidamente, mientras que otros han tardado más en despegar económicamente? Por ejemplo, hace casi 60 años, el PIB per cápita de El Salvador, Corea del Sur y Singapur era muy similar. Hoy en día, estos dos últimos países están entre los primeros lugares en PIB per cápita a nivel mundial, mientras que El Salvador es un país de renta media baja.

La tecnología está disponible, pero El Salvador aún no ha logrado aprovecharla para desarrollar su economía. El desafío no es crear un cambio tecnológico que ya existe, pues muchos países están muy por delante en innovación y ciencia, sino aprovechar la tecnología existente y ponerla a trabajar para el país y su gente. Este proceso de ponerse al día para alcanzar un desarrollo alto mediante la difusión tecnológica requiere de mano de obra capacitada y con el conocimiento básico para entender y aplicar estas tecnologías en nuestro contexto.

Al comparar cómo estamos en este ámbito respecto a otros países, podemos observar en las estadísticas internacionales de la UNESCO el porcentaje de la población mayor de 25 años que ha completado la educación secundaria superior (bachillerato) o más. En 2022, en Singapur fue del 80%, en Suecia del 84% y en Estados Unidos del 91%, mientras que en El Salvador fue solamente del 36%. Es importante destacar que Suecia pasó del 35% en 1970 al 84% en 2022, un cambio logrado en casi medio siglo. Costa Rica, que ha logrado los mayores avances en educación en Centroamérica, pasó del 11% en 1974 al 40% en 2022, lo cual continúa siendo bajo para los estándares internacionales. Además de este indicador básico, también debemos considerar los indicadores de calidad educativa, donde nuestro país obtiene resultados bastante bajos.

Una lección clave de estas experiencias internacionales es que la inversión en educación primaria y secundaria debe ser una prioridad si pretendemos que El Salvador alcance altos niveles de progreso económico y social. Dado que estos cambios requieren tiempo, el momento para actuar es ahora. Esta inversión no solo promoverá una mayor equidad social, sino que también facilitará la atracción de inversión extranjera y doméstica.

El futuro de El Salvador depende de nuestra capacidad para educar a su población y prepararla para los desafíos del siglo XXI. Es imperativo que nos comprometamos a mejorar el sistema educativo, ampliar la cobertura y calidad, fomentar la capacitación tecnológica y abrir puertas a nuevas oportunidades económicas. El progreso está al alcance, pero solo si comenzamos a trabajar hoy mismo para construir el país que anhelamos para el mañana.