Editorial publicado en la revista www.eleconomista.net edición noviembre-diciembre 2023.


Hace más de cien años, con una visión bastante futurista, AT&T (American Telephone and Telegraph Company) se puso como meta conectar a todo el mundo bajo un solo sistema en el que cualquier persona, desde cualquier lugar del mundo pudiera comunicarse con otra, en cualquier momento y forma (verbal, escrita, visual).  Tarea imposible en aquel entonces, pero hoy ya casi es un hecho, si no fuera por las desigualdades sociales. Para lograr esa meta, AT&T, que mantuvo su monopolio hasta la década de los setenta, utilizó gran parte de sus utilidades para crear los Laboratorios Bell, contratando más de veinte mil científicos e ingenieros con el encargo de investigar y desarrollar las tecnologías que hoy vemos tan normales, como el transistor electrónico, el radar, el satélite espacial para comunicaciones, la celda de silicón para energía solar y la telefonía celular, y que hicieron posible la revolución de las tecnologías de información y telecomunicaciones (ver el libro de Jon Gertner, “The Idea Factory”).

Hace 61 años, el 12 de septiembre de 1962, el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, ofreció su famoso discurso con el que se propuso enviar al hombre a la luna y traerlo a salvo de regreso a la tierra antes que finalizara la década. Esta meta inspiró a la nación norteamericana, alineó todos los esfuerzos económicos, educativos y científicos, que permitieron el desarrollo de la era espacial, que el primer hombre pusiera su pie en la luna en 1969, y se desarrollaran aún más las tecnologías que transformarían la economía en Estados Unidos. 

En la actualidad, con la pandemia del COVID-19, los avances en biotecnología, epidemiología y medicina permitieron que en menos de un año se desarrollaran las vacunas para inmunizar contra el virus; esto fue un récord si se compara con el desarrollo de vacunas anteriores que necesitaron muchos años para desarrollarse, y es por tanto uno de los mayores logros en la historia de las ciencias de la salud. Al 5 de octubre de 2023 se han administrado 13.5 miles de millones de dosis en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La innovación y el desarrollo de nuevas tecnologías y procesos descritos anteriormente requirieron de enormes esfuerzos y recursos financieros y humanos, específicamente en las ciencias, ingeniería, matemática, tecnología, y en actividades que promueven la creatividad, como el arte, y de colaboración entre los sectores públicos, privados y académicos. Todos estos ayudaron a empujar lo que metafóricamente se conoce como la frontera tecnológica.

Para países pequeños y de renta media o media baja, como los centroamericanos, este tipo de innovación en la frontera tecnológica está fuera del alcance en el corto plazo (tal vez haya alguna excepción). Sin embargo, dado que la tecnología y el conocimiento están disponibles y más cercanos que nunca –por las comunicaciones, el internet, el comercio internacional, y los viajes– es factible que, aplicando innovación local, se pueda entrar en una fase de crecimiento productivo acelerado, pasando de un bajo desarrollo tecnológico a un nivel más cercano a la frontera. Para ello, es necesario orientar recursos hacia este esfuerzo y colaborar entre sectores público, privado y academia, lo cual también requiere de un cambio cultural en la forma de relacionarnos unos con otros.