Originalmente publicado en la revista El Economista, edición julio-agosto 2023.
En la medida que la realidad va cambiando, las instituciones que fueron creadas para lograr ciertos objetivos también deben cambiar, tanto para lograr los objetivos para las cuales fueron creadas, o modificarlos para continuar siendo relevantes en las nuevas realidades. Los grandes cambios globales, requieren que exista una revisión de los objetivos de los Bancos Multilaterales de Desarrollo (BMD), así como de sus modelos operativos y modelos de financiamiento.
Los BMD surgieron hacia finales de la Segunda Guerra Mundial, con la creación del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), que actualmente es parte del Grupo del Banco Mundial. Posteriormente se crearon bancos regionales, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en 1959, el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) en 1960, y la Corporación Andina de Fomento (CAF)-Banco de Desarrollo de América Latina en 1968. Estos bancos proveen a sus socios miembros, de financiamiento para desarrollo a tasas más bajas, plazos más largos y períodos de gracia, a través de préstamos al sector público y al sector privado.
En la actualidad, las necesidades de los países están aumentando debido al cambio climático, seguridad sanitaria frente a pandemias y las fragilidades y conflictos que existen en el mundo. Para el caso, las emisiones de dióxido de carbono (CO2) continúan aumentando y no se está logrando la meta global de llegar a cero emisiones netas para el 2050, con las consecuentes pérdidas de biodiversidad, escasez de agua potable, impactos negativos sobre la agricultura, migraciones, y otros problemas. Igualmente, debido a la pandemia del COVID-19, se frenó, e incluso hubo retrocesos, en el avance que se llevaba para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fijados para 2030. Es más, para lograr avances en estos objetivos, ya no basta el esfuerzo individual de los países, sino que varias iniciativas requieren de la concurrencia entre dos o más países, para poder contribuir a bienes públicos globales; y tampoco son suficientes las políticas públicas, sino que debe haber una contribución de los sectores productivos y los consumidores. Tampoco son suficientes los recursos con los que actualmente cuentan los BMD, para cubrir las necesidades de los países miembros.
Todos estos cambios, requieren que los BMD revisen sus objetivos, modelos operativos, modelos de financiamiento y cantidad de financiamiento disponible. Es positivo, que varios organismos internacionales, como la Organización de Naciones Unidas (ONU), ya haya hecho un llamado a estos cambios, y varios BMD ya iniciaron procesos de renovación. Por esta razón, hay que estar pendientes que, en los próximos meses y años, se podrán observar cambios importantes en los procesos de financiamiento para el desarrollo, que le presentarán oportunidades nuevas a los países de Centroamérica, así como nuevos desafíos.
Departamento de Estudios Económicos, DEC.