*Un blog del Departamento de Estudios Económicos
Originalmente publicado en El Economista, edición diciembre 2020.
El coronavirus SARS-CoV-2 responsable por el COVID-19 fue reportado por primera vez en la ciudad de Wuhan, China, en diciembre de 2019. Pocos pensaron cómo iba a transformar el mundo en 2020, y las repercusiones que tendría para el futuro. El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud oficialmente reconoció que existía una pandemia global; poco a poco el mundo fue adoptando medidas de confinamiento y distanciamiento social, la producción y la demanda mundial se vinieron para abajo, el mundo entró en una recesión global en el segundo trimestre. Al 8 de diciembre de 2020, el tablero COVID-19 de la Universidad de Johns Hopkins reportaba 68.4 millones de casos reconocidos y 1.56 millones de fallecidos por la enfermedad, esto es el 0.877% y 0.02% de la población mundial, respectivamente; en la actualidad muchos países se encuentran en una segunda ola de contagios.
En 2020, los médicos han entendido mejor la enfermedad, se tienen mejores prescripciones para tratarla, y las primeras vacunas están siendo aprobadas para campañas mundiales de vacunación, con la esperanza que a finales de 2021 se vea la luz al final del túnel de la pandemia, y poco a poco las personas y los países comiencen una “nueva normalidad”. 2021 será el año de la vacunación contra el virus que causa el COVID-19, y está lleno de múltiples retos logísticos para hacer llegar la vacuna a la mayor cantidad de personas que sea posible. También será un año de reformas sociales y económicas que definirán esa nueva normalidad.
La pandemia del COVID-19 en 2020 ha expuesto con mayor claridad tendencias económicas y sociales que se observaban previamente a escala mundial. El impacto de la pandemia y la recesión ha sido desigual; la enfermedad es más letal para personas de mayor edad y que tienen precondiciones que les hacen vulnerables; en términos sociales, el impacto ha sido diferenciado impactando más a minorías, jóvenes y mujeres; está afectando gravemente a millones de niños y jóvenes que han visto interrumpida su educación formal, lo cual afecta sus posibilidades futuras de empleo; en términos económicos, el desempleo es más alto en los sectores que requieren de trabajo manual y presencial, mientras que para el trabajo profesional e intelectual, las tecnologías de comunicación han posibilitado el teletrabajo, favoreciendo más a las personas que tienen mayor grado educativo y mayores ingresos, y golpeando más duro a quienes tienen menos ingresos.
Dos megatendencias marcaban las transformaciones sociales en el mundo previo al COVID-19. Por un lado, el cambio tecnológico, con la robotización y la inteligencia artificial, generan fuertes presiones en el mercado laboral, eliminando más empleos que los nuevos que se crean, incrementando aún más la desigualdad. Por otro lado, el cambio climático en pocos años causará graves daños en la medida que no se revierta la emisión de gases de efecto invernadero, planteando la necesidad de una recuperación verde.
El destino no está determinado por estas tendencias, sino que los resultados dependerán de las decisiones que la humanidad tome en su conjunto en 2021 y en el porvenir, así como las que decida cada país en particular. La complejidad de estos grandes problemas será mejor atendida si las personas decidimos trabajar unidos para crear un destino común de convivencia y oportunidades para toda la humanidad, y compatible con los sistemas ambientales.