Publicado en la revista El Economista, edición de diciembre 2024.


Alcanzar un crecimiento acelerado y sostenido es uno de los desafíos que enfrentan las naciones para aumentar el bienestar de su población. Un componente fundamental en el desarrollo y expansión de los países se relaciona con su capacidad de innovar, es decir, de crear nuevos o mejorar bienes, servicios y procesos. La economía global está siendo impulsada por más cambios tecnológicos provocados por la inteligencia artificial (IA), que está generando una fase de mayor creatividad.

La propiedad intelectual se ha convertido en un pilar fundamental para fomentar la innovación, ya que por un tiempo protege con derechos legales a los inventores y creadores, incentivando la inversión en investigación y desarrollo de productos, y posteriormente, al finalizar el periodo de protección, este conocimiento queda como un bien público a la sociedad. El intelecto humano crea una amplia variedad de ideas, que pueden ser protegidas por medio de: patentes para invenciones nuevas, derechos de autor, marcas que diferencian las empresas, diseños industriales, normas de origen de productos y los secretos comerciales. 

Recientemente se aprobó una nueva Ley de Propiedad Intelectual (agosto de 2024), la cual actualiza la regulación acorde con los estándares internacionales; por ejemplo, a las marcas, ahora se incluyen las tridimensionales, patentes que incorporan dibujos y modelos industriales, derechos de autor sobre los videojuegos, entorno digital. También, fue creado el Instituto Salvadoreño de la Propiedad Intelectual (ISPI) para ampliar la promoción en la sociedad, facilitar la cooperación internacional, entre otros. En la ley se establecen incentivos del 50% sobre las tasas para las instituciones de educación, pequeñas y microempresas (PYME) y trabajadores de la cultura y arte. 

Lo anterior es oportuno, ya que El Salvador enfrenta el reto de mejorar su capacidad de innovación, ocupó la posición 98 de 133 países en el Índice Global de Innovación de 2024. Varios indicadores relativos a la creación de conocimiento o su uso muestran retraso, por ejemplo: patentes por origen, lugar 116 de 133; artículos científicos y técnicos, 130; colaboración en investigación y desarrollo entre las universidades y empresas, se ubicó en el lugar 108; publicaciones entre la industria y la investigación pública, 124; desarrollo del clúster, 121. Un dato que también muestra el desafío es el número de patentes de utilidad presentadas a la oficina de Estados Unidos en los últimos 50 años (1965-2015); El Salvador declaró 58 en todo el periodo y Costa Rica, fue más alto con 418. 

Implementar la Estrategia de Propiedad Intelectual en el país presenta una oportunidad para avanzar en un ecosistema de colaboración entre el gobierno, las empresas y la academia. Estados Unidos, líder global, soporta su crecimiento en un ecosistema muy articulado que genera innovaciones disruptivas y continuas; por su parte, Costa Rica, que en la región es el líder (posición 70 en innovación) se ha enfocado en atraer inversiones extranjeras con empresas más sofisticadas, que les trasladan conocimiento y promueven un ecosistema de innovación mejor articulado.