Un blog de José Andrés Oliva
Investigador Departamento de Estudios Económicos
Las mediciones más repetidas apuntan a una caída de la economía en 8.5%. Un porcentaje en sí mismo, no le dice nada al salvadoreño “de a pie”, lo que, si sabe cualquier ciudadano, es que, en la práctica si no trabaja no come, con lo cual se pone de manifiesto que debajo de la cifra existía y subsiste una “gran vulnerabilidad”.
Los ingresos de un salvadoreño, presentan una alta posibilidad de caer. Acorde con información del Banco Mundial, utilizando dólares a la paridad del poder adquisitivo, el bajo crecimiento económico experimentado, presentó incidencia sobre los hogares con más bajos ingresos –entre US$1.9 y US$5.5– la pobreza disminuyó, sin embargo, esto efecto de inclusión fue débil para impactar sobre la mayoría de hogares con ingresos en la categoría “vulnerable”.
Los estudios especializados, dan cuenta que este estrato es un segmento de la población que corre alto riesgo de volver a recaer en la pobreza, o ante una vicisitud o evento externo, tiene una alta probabilidad de retornar a la pobreza.
La amplitud de los hogares recibiendo ingresos entre US$5.5 a US$13 dólares al día, es decir viviendo, en el llamado el estrato “vulnerable” es el más alto de todos los países de América Latina[1], aun controlando por el nivel de PIB per cápita que ha alcanzado. En 2017, la proporción en la región en ese rango alcanzaba 36.8%, sin embargo, en El Salvador el porcentaje ascendió a 48.3%.
La proporción de la población en situación de vulnerabilidad mostró una tendencia al ascenso. La población dentro dichos ingresos, pasó de representar 41.8% en 2011 a 48.3% en 2017. La distancia entre el nivel predicho en el promedio empleado con el PIB per cápita es más alto en 2017 que en 2011, lo que implica que dicha discrepancia se habría ampliado durante los últimos años.
El impacto de la pandemia hace explicito la debilidad de la situación económica en la que vive la población. En efecto, el ejercicio de simulación del cambio en el porcentaje de pobreza sin y con la afectación del COVID-19; tomando en consideración las restricciones impuestas sobre los diferentes sectores, el confinamiento, y la caída en las remesas familiares, muestra que el porcentaje de pobreza se elevaría hasta 51.4%[2], es decir, 20.5% puntos porcentuales adicionales; con lo cual, 1 millón 361 mil personas están pasando a la categoría de pobreza donde se contabilizaban anteriormente 2 millones, 546 mil personas. Con lo cual una proporción importante del 48.3% en el “estrato vulnerable”, estaría entrando a la pobreza.
El panorama es desalentador y las mayorías están sufriendo la falta de una economía pujante, y resiliente. La dificultad en reducir los contagios, la incertidumbre de la transición hacia una nueva normalidad, con el retraso en las fechas para seguir con las fases de reapertura, la falta de coherencia y acuerdo entre el ejecutivo y el legislativo, están teniendo un daño colateral altísimo para las personas, y hacen que la situación descrita sea aún peor. Tampoco se vislumbra un marco de rumbo concertado, por el que la sociedad pueda trabajar. La gente tiene claro que la única alternativa para aquellos que han perdido su ingreso por su ocupación anterior, será refugiarse apresuradamente en el sector informal en otra actividad.