*Un blog del Departamento de Estudios Económicos
Originalmente publicado en revista El Economista, edición octubre 2022.
Algo que
comparten las naciones alrededor del mundo es la gran incertidumbre sobre la
situación actual: inflación, tasas de interés altas, crecimiento bajo y posible
recesión mundial, alto endeudamiento, mayor pobreza, retroceso en escolaridad, inseguridad
alimentaria, enfermedades infecciosas, un conflicto armado que persiste, son
solo algunos. Cada nación debe analizar
su situación particular y trazar una ruta para enfrentar los principales desafíos
y buscar soluciones novedosas ante nuevos escenarios.
En El Salvador
existen tres retos macroeconómicos que demandan atención. El primero, las fuertes necesidades de
financiamiento, junto con el cierre o acceso limitado al financiamiento
internacional y multilateral, por la falta de un acuerdo con el Fondo Monetario
Internacional. Al 7 de octubre de 2022, el riesgo país de El Salvador era de 20.2
puntos porcentuales, y los mercados internacionales demandaban alrededor del 24.3%
de interés para financiarlo.
La compra
adelantada de los bonos con vencimiento 2023 y 2025, generó un ahorro
financiero neto de aproximadamente US$171.9 millones hasta enero de 2025. Sin embargo, las necesidades de
financiamiento permanecen altas, y habrá que pagar capital e intereses por los
títulos emitidos para financiar esta compra. Si no se toman medidas, se necesitarán cerca
de US$2,000 millones para cerrar la brecha financiera de 2022 y 2023.
El segundo reto es la trayectoria de insostenibilidad
de la deuda que
llegó a 82.9% y 80.6% del PIB en 2021 y 2022, respectivamente, un nivel alto dentro
de los principios de prudencia financiera.
En un escenario pasivo (sin medidas) llegaría a 87.5% en 2030; con un
ajuste fiscal de un punto porcentual, podría bajar a 79.7% en 2030; todavía
alto, pero, de mantenerse el ajuste, podría generarse una trayectoria
descendente sostenida.
El tercer reto es la rápida expansión del déficit de cuenta
corriente de la balanza de pagos. Al
final del primer semestre de 2022, llegó a US$1,435.4 millones (más del triple que
al primer semestre de 2021), el más alto de los últimos 22 años, y se espera
que siga creciendo durante el segundo semestre.
El déficit comercial aumentó US$1,121.4 millones en el primer semestre;
los ingresos netos del exterior no fueron suficientes para solventarlo y se
están desacelerando. Las remesas de los
trabajadores en el exterior, después de crecer 46.2% en el primer semestre de
2021, solo aumentaron 1.8% en el mismo período de 2022.
La situación deficitaria de la cuenta corriente indica que
el ingreso nacional es menor que el gasto interno total; el ahorro interno es
insuficiente para financiar la inversión doméstica, y debe recurrirse a
financiamiento externo.
El monto del endeudamiento requerido depende del nivel de
ahorro privado, del déficit público y de la inversión; por lo que es importante
comprender en qué se está ocupando la deuda externa ¿está abonando a la productividad
futura del país o simplemente se está viviendo por encima de las posibilidades?
El financiamiento externo puede ayudar a aliviar choques
temporales, pero si es permanente, las variables internas deben ajustarse; de
lo contrario, es insostenible, sobre todo, si los mercados financieros no están
en disposición de brindar ese financiamiento, por los niveles de riesgo. La
acción adecuada en estos tres desafíos macroeconómicos es importante para
fortalecer la estabilidad que necesita el proceso de desarrollo de un país.